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elogio de la mentira

La mentira sirve lo mismo para reír que para llorar que para montar en bicicleta, vender bocadillos, arrullar susurros de ánimo, llevarte a la cama, sentirse mierda pura o sentirse gloria de maracas. 

Por alguno de estos usos —no es difícil suponer cuál—, yo me miento. Me miento para estar y para ser; no entiendo cómo vivir esta vida sin instrucciones, si no es mintiéndome con mentiras bien gordas y redondas como puños, como corazones, como testículos y ovarios y cerebros redondos y bien mentidos. Me miento, y mi mentira —todas lo hacen—crece como planta o árbol.

Ojo. A los demás, la gente como vosotros que no son yo, no me gusta mentiros; pero como a mí sí, mi verdad es falsa, luego sí. 

Me miento tanto que ni me miento, que la mentira ya no lo es. Siento una confusión tan grande que a mi confusión le llamo mentir porque se le parece. Esta vida mía —privilegiada, no lo pongo en duda—  si la miro de frente puede mostrarse cuenca o valle, depresión rasposa, puede que vacío, que nadería, que sinsentido.

Quiero imaginar soluciones. A los valles y las cuencas rasposas, al vacío del sinsentido. Quiero imaginar una mentira suprema, fabulosa, futura y cibernética. 

No me cuesta imaginar, proponer, utopizar un humano cyborg que llevase instalado microdispensadores que inyectasen un mordisco al riego sanguíneo —ñaca— con la química necesaria para  inocularnos la mentira cuando nos entrasen inquietudes grado supremo— y que dicho programa ajustase los límites químicos del individuo a un estado simpático estable; más o menos como hace el consumismo y los juegos y los likes de las redes, pero mejor.

La idea puede sonar a sometimiento del albedrío, a condicionamiento químico, pero a mí me viene un vapor infantil y una sensibilidad filantrópica exaltada en pos de la felicidad; al fin y al cabo somos seres químicos y solo eso, como los gráficos de un ordenador y estas letras no dejan de ser ceros y unos. Bienvenida mentira química. 

Imagino un chip implantado en el cerebelo que ñaca, proporcione un buen mordisco si nos estamos viniendo abajo o miramos la realidad con demasiada verdad: mordisco y ya. Bendita punzada de dolor. 

Y con esta punzada me voy a dormir y a soñar con cyborgs provistos de mentiras con dientes en un final de traca, de fiesta, en el que los veo desfilado, a los cyborgs bailones, felices, desprovistos de rabia, desazón, cyborgs que mueven las caderas, los hombros, la comisura de los labios; unos la la la y algunos ji ji ji, pelusas en los ojos, cyborgs de espíritu volador, alegría, qué alegría; únanse a la comparsa, vengan, únanse a los cyborg que se mienten; banderas contra las banderas, besos al aire, bienvenidos al gran desfile revoloteado, mareante, mentiroso, ñaca, ñaca, ñaca, ji la ji, compendio pelético, chute filantrópico, alegría pelimpompédica. Qué cosas tan elogiables tiene la química de la mentira.