fanzine nº 17: monstruo
Monstruos
Yo he conocido al monstruo total, del que solo puedo dar las iniciales: MC. Esta mañana me he despertado con mi cara pegada al frío de la loza del suelo con un enorme dolor en las vértebras cervicales. Se prolongaba en mis pensamientos de la vigilia, mientras caminaba hacia el baño con los pies descalzos y comenzaba allá afuera el calor inmisericorde y el ruido infernal de los sopladores de hojas, la misma cadencia de un sueño en el que, como tantas otras veces, le mandaba un mensaje a MC. Un mensaje que intentaba capturar el horror y, por qué no decirlo: que servía como una flácida venganza. Una venganza que solo podría tener lugar en el aire vaporoso de un sueño o escondida tras unas iniciales cobardes en un fanzine digital. El mensaje empezaba de una manera algo rebuscada: “No sé si has oído hablar, MC, del concepto de ‘conjunto vacío’ en matemáticas. Bueno, pues fíjate en la paradoja de que pueda existir un conjunto vacío. O sea: un conjunto desprovisto de componente alguno, pero que en el fondo es UN conjunto. Esta idea me ha inquietado porque estaba pensando en la categoría “el respeto que te tengo” como un conjunto vacío, pero quiero que pienses ni si quiera el conjunto que potencialmente pudiera albergar componentes que integraran el concepto “el respeto que te tengo” existe en absoluto porque no existe ni existirá nunca esa potencialidad. Nunca jamás te tendré el más mínimo respeto. Por el contrario, y a mi pesar, el conjunto dedicado al “miedo y al terror infligido por MC” es un universo complejo formado de millones de miradas de odio, puñetazos en la mesa, emails torticeros, palabras envenenadas, difamaciones, acusaciones falsas, bulos y, sobre todo, de una materia negra de acoso constante, de maldad, de afilada hijoputez, de podrida persecución, de diabólica manipulación que, paradójicamente, ya no contemplo con terror ni con miedo. Miro el terror sin terror, pero con una tristeza que es una criatura de varias aristas: tristeza por el daño que me hiciste, tristeza (e incluso compasión) por haber tenido la asquerosa suerte de atestiguar en mi vida la existencia del peor ser humano que haya podido existir, tristeza por el golpe fatal a mi inocencia que no quería conocer el odio, la soberbia y la envidia encarnadas en un ser en el que ni si quiera fui nunca capaz de entrever a la niña asustada que suele esconderse detrás de todos los monstruos, tristeza de saber que colocar tu veneno en mi galería de personajes conocidos no aportaría nada: solo esta tristeza de muchas formas y el deseo de que jamás hubiese existido.”
Algo así decía el mensaje. Mientras me miraba en el espejo y me masajeaba el cuello con la mano pensando en el calor de afuera, me he dicho Bah. ¿Y para qué escribir el mensaje? ¿De qué sirve? Después, me he dado cuenta de que no quedaba líquido de lentillas y he sentido en el ruido infernal de los sopladores de hojas la burla de MC. Su maldad es una maldad cósmica. Reviste todos los objetos del mundo. Es la membrana de cada partícula y el corazón de cada pizca de materia y de antimateria. Yo he conocido al monstruo absoluto. Se llama MC.
Para abarcar la monstruosidad de MC, me he propuesto glosar las acepciones que de ‘Monstruo’ nos da el diccionario:
‘Monstruo’
Del lat. monstrum, con infl. de monstruoso.
- m. Ser que presenta anomalías o desviaciones notables respecto a su especie.
Esta primera acepción es la que más se acerca a la etimología mágico-religiosa del término. En latín “era una voz de sentido religioso, denotaba un prodigio, un suceso sobrenatural (p. ej., hombre de dos cabezas) qué testimoniaba una señal de los dioses” (DECEL). Esta acepción da algo de paz. Saber que seres como MC se consideran anomalías apunta a un sentido positivo general de la especie humana. Maldita la suerte que tuve de dar con este monstruo. - m. Ser fantástico que causa espanto.
Sin.: bestia, engendro, esperpento, quimera, endriago.
Lo malo de esta segunda acepción es que, aunque MC y su terror cósmico causan, efectivamente, espanto, por desgracia no entra en la categoría de lo fantástico. Las palabras “bestia” o “engendro”, por otro lado, apuntan más a la animalidad o a un aspecto irracional y no se ajustan a la monstruosidad de MC ya que la simiente de su mal se halla en la misma vena de las atrocidades hijas de la inteligencia, de esas aberraciones de la especie que lo son porque seguían un estricto itinerario racional (y me ahorro la enumeración para no herir sensibilidades). Así, MC ponía (y sigue poniendo a quien dé con ella) toda su inteligencia al servicio de su psicopatía narcisista. - m. Cosa excesivamente grande o extraordinaria en cualquier línea.
Sin.: prodigio.
Esta tercera acepción puede aplicarse solo a la dimensión de la maldad y la crueldad de MC. - m. Persona o cosa muy fea.
Esta acepción nos obliga a pensar en el rostro de MC o en su figura esquelética, que no se distinguen por una fealdad canónica, sino más bien por unos rasgos que definen, como trazos de una especie de alfabeto oculto, el rigor de su monstruosidad. Villanas conocidas como Cruella Deville, de 101 dálmatas o la madre de Blancanieves creo que pueden dar en la clave de esa fealdad más espectral que matemática. - m. Persona muy cruel y perversa.
Al fin hallamos en esta quinta acepción, por razones obvias, lo que más se le acerca al ser en cuestión quedándose, no obstante, algo corta en el adverbio ‘muy’, ya que la crueldad y perversidad de MC sólo admite superlativos. Puede pensarse, de hecho, en todo este documento como una suerte de complejísimo adverbio que aspira a cuantificar lo incuantificable. - m. Persona que en cualquier actividad excede en mucho las cualidades y aptitudes comunes.
Es curioso como el idioma castellano presenta este dorso positivo de ciertas palabras. Es esta una acepción inaplicable a un ser como MC, cuyo mayor bien se sitúa en manifestaciones imperfectas de su inexistencia, como la enfermedad o el silencio. - m. Conjunto de versos sin sentido que el maestro compositor escribe para indicar al libretista dónde ha de colocar el acento en los cantables.
Una acepción maravillosa. El monstruo sería, así, una pauta vacía de contenido, así como MC está desprovista de humanidad: solo sirve para definir los lugares en los que la maldad coloca sus tildes. Este texto es un poco así, porque ¿Qué te hizo?, preguntarán, con razón, los hijos y las hijas del morbo. ¿Cómo fue? ¡Queremos ver a MC! ¿Dónde la conociste? ¿Quién la amparó? ¿Alguien más sufrió sus desmanes? ¡Queremos ver cómo te tortura!
Este texto peca, como esos monstruos de libretista, de poca visibilidad. Apenas hay detalles y, así, no permito que juzgues, que formes opiniones propias. Un jurado le diría a MC: absuelta por falta de pruebas. Lo sé. Es un texto reprobable como texto. No es literatura. Es un texto, como la materia que lo suscita, monstruoso. Pero ten en cuenta que debo protegerme, porque una de las malas artes de MC —por cuyas venas retorcidas corre la mala simiente de una casta de abogados, políticos, empresarios y dictadores— consiste en dar a la verdad naturaleza de calumnia; convertir la defensa, en ataque; a las víctimas, en agresores; y a seres amorosos e inocentes como yo, en verdaderos monstruos.
